Si algo me recuerda a mi madre, son los libros y los cuadernos, así que cuando los adquiero, aparece ella y el tiempo se detiene. En el bolso de mi madre, siempre podías y puedes encontrarlo, forman parte de su esencia.
Cuando era niña me regaló mi primer cuaderno y me dijo- Es mágico.
Yo lo zarandeaba y no veía la magia por ningún lado
-¿Dónde está la magia?
-Es que aparece cuando escribes, cada palabra cobra vida.
Y desde entonces, no he podido dejar de leer ni de escribir, porque solo puedo entender la realidad con caricias de fantasía.
La literatura favorece el descubrimiento de uno mismo. Quién soy, cuestión que pongo sobre la mesa porque guarda una estrecha relación con el corazón de los trastornos de la conducta alimentaria. Y Alicia es una maravilla como lo es la novela que la viste; cada página encierra un acertijo enrevesado dónde nada es lo que parece, o sí, la fantasía y la realidad se entremezclan y pareciera que uno pierde la cordura.
Yo sabía quién era esta mañana, pero he cambiado unas cuantas veces desde entonces.
En la novela encontrarás dificultades que también podremos encontrar en los TCA, como el alimento y/o el cuerpo, están ahí en la cima del iceberg propio de estas problemáticas, ocupando demasiado espacio, tratando de ocultar lo que permanece en las profundidades, porque descubrirlo implicaría desnudar el alma de la enfermedad y abrir el camino a la recuperación.
-Ya no hay duda, me he convertido en Mable, prefiero quedarme aquí abajo. Y no servirá de nada, que asomen la cabeza por ese agujero y me digan: “Sube, bonita”. Les miraré y les preguntaré: “Y yo quién soy? Primero decidme quién soy y luego, si me gusta ser esa persona, entonces subiré, pero si no me gusta, me quedaré aquí hasta que me convierta en otra. De todas formas, ¡cómo me gustaría que alguien asomara la cabeza por ese agujero! ¡Estoy tan cansada de estar aquí sola! (…)
El tiempo juega un importante papel en el libro y también en estas problemáticas si tenemos en cuenta que la recuperación oscila de media entre cuatro y seis años; es cansado, frustrante, desolador y uno se pregunta cuánto más debe caer para tocar tierra y conforme lo hace, mientras cae como Alicia a través de la madriguera, va visibilizando también lo más profundo de su existencia.
-Me pregunto cuántos kilómetros habré caído ya –dijo en voz alta-. Debo de estar llegando casi al centro de la tierra. Vamos a ver, yo creo que serán como unos cinco mil…. Sí, esa debe ser más o menos la distancia correcta…, pero me pregunto en qué latitud y longitud me encuentro (…)
La recuperación de los trastornos de la conducta alimentaria es posible en su totalidad, implica reconciliarse con el alimento y el cuerpo, pero dicha reconciliación solo puede darse desde la compasión, porque a través de ella el dolor se transforma en amor, y entonces uno es capaz de mirarse y ahora sí, poder mirar.
Y finalmente imaginó que aquella hermana pequeña suya se convertía en el futuro en una mujer adulta y que conseguía mantener hasta la vejez toda la sencillez y la ternura de su corazón infantil. Imaginó que a su alrededor había muchos niños con ojos brillantes de entusiasmo a los que les contaba aquellas historias fantásticas, tal vez también la historia del País de las Maravillas, y que al hacerlo, recordaba, con cada una de aquellas penas inocentes y aquellos placeres infantiles, su propia niñez y la alegría de los días de verano.
- María Casas. Escritora, periodista y docente. Coordinadora del UETCA (Unidad Especializada en Trastornos Alimentarios)