En México, uno de cada tres hombres o mujeres adolescentes tiene sobrepeso u obesidad. Esto representa más de 5 millones de adolescentes. Dada la gravedad de la situación, desde hace un par de años la obesidad comenzó a considerarse como un problema de salud pública: los trastornos de la alimentación son tratados por las instancias dedicadas a las adicciones. Sin embargo, dicha medida no satisface las necesidades de estos pacientes.
Respecto a la anorexia y la bulimia, de acuerdo con las estadísticas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), alrededor de 20,000 casos se registran cada año en nuestro país.
Los trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa reclaman cada día más atención. Lo más llamativo del cuadro es que, en determinadas circunstancias puede conducir a la muerte.
Tanto la anorexia como la bulimia exigen estrategias de tratamiento combinadas que rebasan el campo de una sola disciplina.
La realidad es que la anorexia interesa a los niveles de integración biológica, psicológica y social.
Aunque existen noticias sobre casos de anorexia desde épocas muy remotas, actualmente surgen datos en cuanto a su frecuencia y mayores estudios acerca de las causas y tratamientos.
“Desde las primeras etapas de la vida, el cuerpo y la comida se convierten en símbolos a través de los cuales se descargan emociones, tales como depresión, ansiedad, tensión o agresividad; pero también de amor, calidez, atención, cariño, etc.
El desarrollo de los trastornos de la conducta alimentaria, tal como los conocemos en la actualidad, es multifactorial; es decir, responden a una combinación de diversas causas, entre las que destacan los aspectos individuales, familiares y socioculturales.
Los TAC se vuelven cíclicos: los efectos de la desnutrición y semi-inanición que le siguen agravan los problemas subyacentes y pueden hacer de la enfermedad un malestar crónico que termina con la muerte.
En los últimos años la aparición de los casos de estas enfermedades han aumentado e intensificado gravemente. Denuncian con su presencia la existencia de modelos sociales que provocan, en su accionar, malestar. Mismo que se manifiesta en las crisis sociales, familiares, individuales, y que estallan en conductas de autodestrucción. Son los adolescentes quienes viven en mayor riesgo, pues al encontrarse en el momento de sus vidas donde están conformando su identidad en tanto que individuos en sociedad, son más vulnerables a los mensajes, constantes, que sabotean su autenticidad a favor de modelos físicos idealizados .