¿Cuántas veces has pensado que tú eres tu trastorno alimentario? ¿Cuántas veces lo has creído y conforme lo has hecho más te has aferrado a la sintomatología? ¿Cuántas veces te has sentido al borde del abismo envuelto bajo el manto de la oscuridad propia del TCA?
Y a pesar todo, siempre has estado ahí, tú, tratando de sobrevivir a lo que debería ser y no es. ¿Cuántas veces has soñado con convertirte en Alicia y atravesar el espejo, arrancar el alma a la enfermedad y descubrir quién eres?
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo buscar una identidad robada por el trastorno alimentario y por la sociedad en sí?
Profesionales con bata blanca y estudios múltiples se dirigen a una persona afectada por estas problemáticas mientras la condenan, “eres anoréxica “, “eres bulímica”, “eres bulimárexica” y así podríamos citar todos los trastornos, que son muchos más de los que se pronuncian. Los medios de comunicación contribuyen al estigma, ofrecen lo que ya sabemos, que en realidad es poco o más bien nada. Alimentación y peso cobran protagonismo en titulares, reportajes y entrevistas, aniquilando la esencia de la enfermedad, que nunca fue el peso de la báscula y sí el de la vida; asimismo, el alimento fue mucho más que energía, desnudó el lenguaje del alma.
Eres el trastorno alimentario, lo escuchas por todas partes, también en tu mente contaminada por los demonios de la enfermedad. Si las personas supiesen lo importante que es ayudar a una persona afectada por estas problemáticas a desligarse de la sintomatología. Si conociesen que cuidar a un ser querido implica observar la forma en la que nos comunicamos; entre ser una enfermedad y padecerla, hay una diferencia abismal, está implícita su condena o su libertad.
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”
Y continúa y por el contrario el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Cervantes dio vida a Alonso Quijano, un hidalgo que perdió la cordura de tanto leer libros de caballerías y dicha falta de cordura, fue a su vez la excusa perfecta para denunciar la realidad. Me pregunto cuántos Cervantes hay detrás de un trastorno de la conducta alimentaria, cuántos se refugiarán en un Alonso Quijano para comunicar su verdad.
Silencio
Cae la noche
Las estrellas que hoy no brillan
Me acogen en su alma
Blancas las palabras
Oscura mi mente
Negro mi cuerpo
Viste que no vivo
Viste que no muero
Viste que no soy ni si quiera quién yo quiero
Amanece
Caen las primeras gotas de lluvia con el despertar del alba
Comienza un nuevo día y quizás no esté mañana (…) Niños Perdidos, María Casas
– María Casas
Coordinadora de UETCA, escritora, periodista y docente.