Hoy quiero hablarles sobre un tema importante, la anorexia. Existen dos tipos, la nerviosa y la atípica, ambos son trastornos de la conducta alimentaria que van más allá de la preocupación por el peso y la figura. Es importante entender que no se trata de estar delgado, sino de una lucha interna que afecta profundamente la salud física y mental.
La anorexia nerviosa es lo que muchas personas imaginan cuando piensan en un trastorno de conducta alimentaria: una persona con un peso extremadamente bajo, evitando la comida y preocupada de manera obsesiva por subir de peso. Pero hay otra llamada anorexia atípica. Aquí, la persona puede tener un peso normal o incluso estar por encima, pero sufre los mismos pensamientos obsesivos y comportamientos restrictivos que alguien con anorexia nerviosa. Esto hace que sea más difícil de detectar y, lamentablemente, más difícil de recibir la ayuda adecuada.
El estigma de peso juega un papel muy importante en ambos trastornos. A veces, se asume que solo las personas muy delgadas tienen un TCA, lo cual no es cierto. Este estigma puede retrasar el diagnóstico y el tratamiento, lo que puede hacer más grave el problema.
En la anorexia nerviosa, el índice de masa corporal suele ser muy bajo, reflejando una pérdida de peso extrema. En la anorexia atípica, aunque el IMC puede parecer normal, la persona puede haber perdido una cantidad significativa de peso de manera rápida, lo que es igual de preocupante.
Los cambios en el cuerpo no solo son sobre el peso. Bioquímicamente, el cuerpo empieza a sufrir cuando no recibe los nutrientes que necesita. Los niveles de potasio, sodio y otros electrolitos pueden descontrolarse, lo que afecta el corazón y otros órganos vitales. Además, la falta de hierro puede llevar a anemia y otros problemas de salud.
Físicamente las señales de la anorexia pueden incluir una piel seca, pérdida de cabello, y una disminución del ritmo cardiaco. Pero, más allá de lo que se puede ver, están las deficiencias nutricionales. Sin suficiente hierro, calcio o vitaminas, el cuerpo no puede funcionar correctamente, lo que puede llevar a fatiga extrema, debilidad, huesos frágiles y, en el caso de las mujeres, amenorrea, que significa la pérdida del periodo menstrual.
Vivir con anorexia no solo es controlar la comida, también puede incluir comorbilidades como ansiedad y depresión. Muchas personas con anorexia también sienten la necesidad de hacer ejercicio en exceso, lo que pone aún más estrés en un cuerpo ya debilitado. Además, algunos recurren a conductas compensatorias, como el uso de laxantes, que solo pueden empeorar el estado de salud.
Es muy importante saber que la anorexia no siempre se ve como lo imaginamos. No todas las personas que sufren de anorexia tienen un peso extremadamente bajo.
El estigma del peso puede evitar que alguien busque la ayuda que necesita, y eso puede ser peligroso. Si tu o alguien que conoces está luchando con alguno de estos síntomas, no lo ignores. Pedir ayuda es el primer paso hacia la recuperación. La salud es mucho más que un número en la báscula, es cómo nos sentimos y cómo vivimos nuestras vidas.
FUNDACIÓN APTA
Mariana Simón Ruede
